sábado, 22 de noviembre de 2014

Laura Torrado y la revisión de lo efímero

El viernes pasado nos visitó en el CES Laura Torrado para presentar su trabajo fotográfico y hablarnos de su experiencia en el mundo del arte. Sus impresiones y consejos fueron valientes, esclarecedores, como una bocanada de aire fresco. 

Nos habló de los peligros que corre el artista, el peligro de repetirse a sí mismo, la pereza, las excusas, la tendencia a perder el tiempo en tecnologías o pasos intermedios.

Por otro lado, el espíritu de aventura, la necesidad de hacer -- aún sin saber muy bien lo que se está haciendo -- la capacidad para no aburrirse nunca, de abrirse, como una raíz, en diferentes direcciones:



Durante su etapa en Brooklyn aparecieron sus primeros trabajos. Elaboradas estructuras que después eran fotografiadas como si fuesen piezas escultóricas. Los materiales: piel, papel, telas, hojas, frutos, bolsas de basura... 

Ya desde el principio imperaba la búsqueda de una poética de lo efímero. Todo ello quizás en una huida hacia lo volátil, lo ingávido, lo sutil, en clara posición combativa hacia la escultura tradicional con materiales pesados y duros. Lo efímero acentúa el absurdo, el sinsentido de algo que no va a existir eternamente. Aparece también el fenómeno del azar al trabajar tanto delante como detrás de la cámara.




Aparece siempre la necesidad de intervenir el espacio a través de la forma, de dialogar con los espacios tanto en interior como en exterior. En esta etapa la fotógrafa se aproxima al "Land Art", atraida por la idea de aprovechar el entorno, las fuerzas de la naturaleza. Vemos en estos "pulmones del río" cómo el cuestionamiento sobre lo efímero se iba desarrollando a medida que avanzaba su camino artístico. 



Si la creación puede definirse como la necesidad de poner objetos en el mundo, lo que Laura Torrado cuestiona es precisamente la perdurabilidad de esos objetos. En ello, una crítica velada a toda una tradición del pensamiento Occidental: la de la permanencia. Si pensamos por ejemplo en el arte de las mandalas de la cultura budista, comprendemos que hay otras maneras de entender esta necesidad de "supervivencia" del artista en el objeto creado --vanitas vanitatis.... 


El título de esta serie es significativo: "Trashumancia". Estas fotografías son como una especie de pasos por la vida, diferentes estadios de una constante metamorfosis. Sus pequeñas escenografías remiten a los tópicos del Barroco: el Tempus fugit, el Memento mori, incluso el Ubi sunt

Para qué crear una escena, recrear un instante, registrar una acción que no va a existir más allá del momento en que es fotografiada. Ésta es una de las preguntas más recurrentes en la obra que nos presentó Laura Torrado. Cuál es la necesidad de apresar el presente, cuál es su sentido.





Otro de los grandes temas en su fotografía es el de la construcción de la identidad, en particular, la de lo femenino. De ahí el título de su serie "Hamam", ese espacio privado donde se destapan los cuerpos en una cultura donde el cuerpo de la mujer está casi siempre oculto. Aparece la idea de la piel como capa de contención del cuerpo, las segundas pieles que nos hablan de la corporalidad y lo identitario.









En su serie "Vidas suspendidas", volvemos al tempus fugit. Pero ahora se trata de curiosos bodegones al estilo Barroco, donde el claroscuro acentúa unos cuerpos que hablan de tiempo y donde se explora la "teatralidad" de los materiales. El tema del tiempo siempre desde el punto de vista del ser humano, desde su condición perentoria. En particular se juega con el rostro como soporte, como textura, como forma. Hay una búsqueda de la belleza frente a la muerte.

En realidad estos bodegones están a la orden del día, si tenemos en cuenta la profunda semejanza entre el periodo del Barroco y los tiempos que corren. Por qué no escuchar los consejos de aquellos artistas cuyo presente era de alguna manera un preludio del nuestro. Laura Torrado se aproxima a los clásicos con valentía, revisándolos, re-visitándolos. 




Se acentúa además la decadencia. La vegetación que invade los espacios interiores de lo doméstico, lo privado, lo ordenado. O bien, se juega con la noción de lo orgánico y lo inorgánico. La degradación de aquello que una vez estuvo ligado a un organismo vivo, pero que ahora es sólo desecho, un resto de algo que existió. Como los cuerpos de mujer en el mostrador de una pescadería, el pelo aparece inerte sobre una hoja en blanco, desprovisto de características identitarias. 







Terminamos aquí el diálogo con la fotógrafa apelando a ese mensaje que nos deja escrito en su piel, esa especie de interpelación al otro, al tú, como pieza fundamental en la construcción de nuestra propia identidad.





Por último una rápida mención a sus mujeres artistas predilectas:


- Ana Mendieta (La Habana, 1948 - Nueva York, 1985):




- Louise Bourgeois:



Rebecca Horn:




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